viernes, 29 de marzo de 2013

700 MUJERES Y UN PERRO


Nuestra lengua, (español o castellano, según los distintos hablantes), distingue el femenino y el masculino. Nos enseñan que los masculino es lo empleado por defecto y lo femenino es lo marcado solo cuando se trata de mujeres (o hembras en el caso de animales),  exclusivamente; así decimos: Setecientas mujeres fueron incluidas en la lista,  pero modificamos el género en este otro caso: Setecientas mujeres y un perro fueron incluidos en la lista.  Por el perro, claro. (maravilloso ejemplo de mi profesora Olga Fernández)

El género es una propiedad de los sustantivos, que son los únicos que gozan de este privilegio, ya que el género está asociado al sexo de los seres animados: solo estos lo tienen. Las demás categorías solo se ocupan de concordar con ellos.
Cuando hablamos de el camarero se refiere a un hombre y la camarera a una mujer. La periodista es claramente una mujer y si se trata de un hombre será el periodista, en estos casos el sexo está marcado en el determinante. En algunos casos usamos dos palabras distintas como Mamá y papá.

El resto de sustantivos no son de género femenino o masculino en razón del sexo sino por motivos puramente etimológicos: así la mesa no es femenina en razón de su sexo como es obvio, entre otras cosas porque no hay un meso y un retrato no es masculino porque no hay una retrata y así ejemplos sobran, ya captáis la idea.

Ahora bien, también se nos dice que el masculino es genérico e incluye a las mujeres, como no, que eso debería “sobreentenderse” y que no hace falta nombrarnos a propósito y que además, resulta cansino y pesado y largo porque “obvio” que se refieren a nosotras también, faltaba más: cuando decimos los ciudadanos, por ejemplo, nos dice el discurso oficial, también se menciona a las ciudadanas de forma, digamos, tácita.  Esto no es siempre así: cualquier anuncio pidiendo personal, especifica el sexo de las personas que buscan: se solicitan empleados y empleadas, enfermeras y enfermeros, operador y operadora. No hace falta la distinción cuando los puestos de trabajo son en inglés, claro, que es un idioma que no marca género, se solicitan Comunity managers sin más.  Si no especifica, es que se busca un solo sexo: si pide empleado, serán solo hombres y teleoperadora, solo mujeres. Cualquiera que lea estos anuncios lo entiende de esta forma y no se postula si no está dentro de esta pauta. La gran mayoría, por cierto, mencionan el masculino y el femenino: empleados y empleadas, vendedor o vendedora.  También se utilizan término genéricos que sí son inclusivos: 50 vacantes.

Más aún, los discursos formales de toda la vida comienzan dirigiéndose a la persona de más rango desde el punto de vista protocolario y terminan con un señoras y señores porque el protocolo más rancio considera que nombrar solo a los señores es una falta de cortesía puesto que entiende que al no nombrarlas, está EXCLUYENDO a las señoras.
Como ven, que el genérico masculino no excluya a las mujeres no resulta tan claro como nos quieren hacer creer.  Si estamos de acuerdo en que el lenguaje expresa ideas y pensamientos pero también ayuda a modularlos,  no podemos inferir que si nombramos a los alumnos, las alumnas deban automáticamente sentirse incluidas, más bien la situación se parece a tener colarse a codazos de una manera casi ficticia,  pues podría tratarse de alumnos solamente como en: Este baño es para alumnos.

Las cosas han cambiado mucho a lo largo de la historia de la lengua,  y en este proceso parece que no ha habido ningún tipo de hecatombe lingüística: hasta principios del siglo XX se hablaba del progreso de los hombres, del pensamiento de los hombres, desde que el hombre es hombre, etc. Hoy este uso nos parece claramente discriminatorio y sexista: a las mujeres no se las consideraba parte del mundo del pensamiento y hoy hablamos con total naturalidad de seres humanos, personas o el totalizador: la humanidad, pero hubo un momento en que eso resultó “forzado” para mucha gente.

Si realmente creemos en el poder de las ideas transmitidas a través de la palabra, no podemos ignorar que solo lo expresamente dicho incluye de manera digna a todos.  Nombrar algo es hacerlo visible, darle entidad y cuando se nombra tiene que ser directo y sin atajos sobreentendidos.

Cuando se dice solo los alumnos, los empleados, los compañeros, los ciudadanos, los científicos, los políticos, los escritores lo que se representa en el imaginario es una figura masculina, es automático. Solo la mención del femenino hace que las alumnas, las compañeras, las ciudadanas, las científica, las políticas, las escritoras y un largo etcétera, estén expresamente incluidas. La norma lingüística nos anima a hablar claro: seamos claros.






2 comentarios:

  1. Cierto, debemos hablar con más claridad, pero no me siento excluida cuando se usa términos como los alumnos, los empleados, los compañeros, etc., y me parece ridículo usar estimadas ciudadanas y estimados ciudadanos.

    En este sentido comparto la postura de Ignacio Bosque: informe completo sobre "Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer" http://rae:es | http://bit.ly/yw6evI

    Creo que durante demasiado tiempo se ha hecho un mal uso del tema y se ha abusado de él por motivos variopintos.
    :)

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    1. Gracias por tu comentario, rosagallardo67 y si bien creo que es válida la percepción personal, apuntaba a una cuestión de concepto. Por otra parte, no creo que incluir una palabra más en un discurso político: "ciudadanas", con lo largo, tediosos y, a menudo, plagados de mentiras que están, vaya a complicar la exposición; antes bien resulta un reconocimiento expreso y "pasado por la palabra" como dice una amiga mía.

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